La ausencia o la porosidad de los vinculos a los objetos de la infancia, fisura la potencialidad de identificación en el adolescente, sumergiendolo en un insostenible e inquietante sentimiento de extrañez de su Yo. El dispositivo psicoterapéutico, permite al paciente de exprimir su odio hacia su madre o a su padre, y ello en una relación de transferencia sobre el psicoanalista dando asi una posibilidad de encuentro a un otro identificadi como «extranjero», suficientemente diferente (sexualmente) y diferenciado (narcisicamente).
La adolescencia, edad de los posibles, se inscribe en el campo de la discontinuidad, en ella, la más perceptible es corporal. Otras discontinuidades – psíquicas, familiares y ambientales – son propias de la edad. Los rastros de las primeras fases del desarrollo van hacer eco a esos cambios.
La adopción, no es un criterio predictivo de alteraciones psicopatológicas durante la adolescencia ; sin embargo, la experiencia clínica revela que existe una inclinación a pasar por el acto en el caso de ciertos adolescentes adoptados « potencialmente vulnerables » puesto que presentan una fragilidad en su narcisismo.
Los « selfies »adolescentes, interpelan al psicoanalista y su proliferación masiva sobre las redes sociales conduce a revisitar el estadio del espejo. Esas ilagenes de si : ¿acaso son un espejo reflexivo o un espejo vacio ? Así sean masivamente narcisicos, los « selfies » resultan de una búsqueda de identidad, o de una búsqueda estética la cual puede aparentarse al autorretrato. Mas allá del aspecto lúdico y narciso, ellos están vinculados a interrogaciones fundamentales de la identidad, la sexualidad y la muerte.
En el caso de una adolescente psicosomática, el síntoma auto sádico de tricotilomanía, condensa las carencias del yo-cuerpo y sus tentativas de apropiación auto-eróticas. Esas heridas traumatofílicas que se repiten, entretienen con fines de supervivencia, la excitación ocasionada por una ausencia maternal denegada cuyos rastros mnemónicos colonizan la memoria del cuerpo enfermo. El objetivo terapéutico es el de retomar a través de la transferencia y la contratransferencia la función primitiva homo y auto reflexiva.
Este articulo se propone analizar la expresión del odio contra el padre, lo que es frecuentemente encontrado ya sea en la clínica como fuera de ella en los adolescentes contemporáneos. Si es cierto que un dialogo manifiesto puede evocar diversos contenidos latentes y además las condiciones mismas de las curas de los adolescentes, no siempre autorizan a poner en evidencia las capas más profundas del inconsciente, se puede decir, en el prolongamiento de la proposición de Freud en lo referente a la cuestión del parricidio ; que considerar las obras literarias es una vía privilegiada para explicar este afecto.
El asunto del odio durante la adolescencia, es visto como un juego de espejos: de un lado el odio que puede resentir el adolescente y que puede ser como un odio del otro y como un odio de sí mismo ; y de otro lado, el adolescente puede ser un blanco del odio, el odio contra los adolescentes.
El odio es de naturaleza profundamente narcisista, traduce una defensa arcaica, es una protección extrema contra la amenaza de un derrumbe psíquico y del narcisismo. El odio puede ser inofensivo o al contrario agresivo y destructor buscando a abolir la alteridad. Durante la adolescencia, el movimiento afectivo del odio hacia los padres y globalmente hacia el entorno parece ser necesario puesto que el adolescente tiene el sentimiento de ser « mal visto », pasivo o feminizado.
Este ariticulo propone de interesarse en la figura del adolescente desarrollada y filmada por Jacques Audiard en De battre mon cœur s’est arrêté (2005) y de ver como la imagen-movimiento de la escritura cinematográfica encuentran los conceptos sicoanalíticos en un enriquecimiento reciproco. Esta película, revela una problemática adolescente – en una búsqueda de goce perpetuo – y nos da a sentir los movimientos somato síquicos que van a permitir a ese joven de emanciparse.
El término de contrato en su intitulado, dá a entender la existencia de un acuerdo prealable y claro o a falta de ello, de una obligación mutual aceptada. En otros términos déja augurar lo definitivo y lo controlado. Aumentar a ello el calificativo de cura, abre a la noción de proceso terapéutico con todo aquello que implica del movimiento psíquico hacia un avenir sometido a la ambivalencia, a la pareja idealización – desidealización ; al aleatorio. Una vez comenzado el proceso de trabajo propone un marco terapéutico a la vez espacial y temporal que crea las condiciones de emergencia de un espacio transicional.Hay un mercado de tontos si los objetivos de normalización inmediata predominan : – tratamiento medicamental unívoc- impostura de la eficacidad sintomática sin trabajo de elaboración (favorisando las recaidas y las organizaciones económicas defensivas dejando evolucionar silenciosamente la problemática con riesgo de agravación); de la verificación, la transparencia y de la información.
Adolescence, septembre 2002, 20, 3, 555-570
Revue trimestrielle de psychanalyse, psychopathologie et sciences humaines