El objeto de adicción, está presente como un operador psíquico de la experiencia subjetiva. La lógica adictiva opera sobre un fondo traumático. Es a través del ritmo y la cadencia del uso del producto que se intenta regular las arritmias precoces que están al origen de las vivencias de invasión. En las configuraciones psíquicas presentes, la adicción no es una simple búsqueda se placer si no que ella se sitúa como un regulador de la vida pulsional y sensorial.
El cuerpo “bajo influencia” es en las adicciones un objeto obligado; la influencia es aquí como un “aprisionamiento”. De lo cual huye el adicto y en particular el adolescente es de la dependencia afectiva y la resexualización de sus vínculos y sus transferencias del Edipo durante la pubertad, fuera de ello, dicho comportamiento es el signo de estar bajo influencia de una dependencia un súper yo pre genital y pre edípico, haciendo reinar un frecuente sentimiento inconsciente de culpabilidad.
A la hora de lo numérico y la proliferación de las pantallas el adolescente va poder poner en escena sus deseos, sus defensas y sus conflictos… La utilización de los mundos virtuales que son soportes propicios a las proyecciones determinadas por el encuentro entre su propia virtualidad y aquella de esos mundos pixelisados, va acompañar el proceso adolescente. La utilización de mundos virtuales pone el proceso adolescente en pausa; pero ello puede llegar a ir hasta una repetición mórbida y deshumanizante impidiendo el devenir adulto.
El recurso a los productos psicoactivos durante la adolescencia permite de hacer la experiencia de lo que no puede ser abordado psíquicamente. Para Max, un joven sobre dotado, el consumo de drogas no es únicamente la necesidad de libertad es también un medio de definir su identidad y afrontar la violencia del proceso de la pubertad. Este uso tiene una función de mediación la cual va inscribirse en una relación terapéutica y ello particularmente con la experiencia de limites y la escritura como sublimación.
A través del caso de Arthur un jugador, adicto a los video juegos se evoca la re-escritura de la fantasía durante la adolescencia, haciendo la utilización de la lectura del estado del espejo. La pantalla como una superficie proyectiva y reflexiva ; un estado del video juego, concebida como una repetición general de la relación al Otro, al Otro sexo, aquí el juego es un espacio transicional simulador de vínculos a los sujetos y a los objetos. Sin embargo este soporte no puede substituir el encuentro con el exterior y la relación física concreta.
El autor se interesa a la polisemia sobre el peligro de NTIC para la salud mental de los adolescentes. El remarca en los defensores del NTIC una denegación del problema ocasionado por el uso excesivo y de la importancia del vínculo inter-humano, una afirmación discutible del valor auto-terapéutico y un uso sin relación a los conceptos psicoanalíticos. El vincula esta posición a una intolerancia a la alteridad interna y externa propia a nuestra modernidad la cual es favorecida por la vitalización de la experiencia.
En un adolescente de dieciséis años, pensarlo a posteriori nos hizo posible el análisis de una desarmonía de evolución recubierta de defensas neuróticas. La cura permite una simbolozacion satisfaciente, pero luego interviene un desorden subjetivo y un momento delirante, lo cual nos conduce a hacer la hipótesis de una patología infantil de proximidad – a la vez incestuosa y simbiótica con el objeto maternal –la cual hasta ahora no era perceptible si no de manera indirecta en una sensación de vacío y de evitar las relaciones de amor de pareja.
La práctica de usos de substancias psicoactivas durante la adolescencia, no sabrían ser disociadas del contexto social en las cuales ellos se inscriben. El recurso de las generaciones jóvenes a esos productos debe ser sometida a reglas sociales en vigor (rapidez, performancia, placer) componentes de la adicción en sí misma para afrontarse a la expansión de los usos a riesgo, los poderes públicos, han desarrollado un dispositivo adaptado, las « consultaciones para los jóvenes consumidores ».
La adicción conlleva en su etimología misma, una relación con la pasión ; una pasión « encarnada » cuyo objeto no sería otro sujeto sino más bien un objeto que aliena al sujeto a su cuerpo y sus necesidades : la droga o el comportamiento adictivo. Después de recordar las especificidades del vocabulario de Freud que permiten de entrever los vínculos entre pasión y adicción ; el autor describe en que el comportamiento adictivo se desencadena y se mantiene durante la adolescencia.
Una tendencia a la psiquiatrización sistemática de los estados mentales, conduce a considerar los periodos de tristeza y de desconfianza persistente del adolescente o los estados de morosidad como figuras de la patología. Conjuntamente D. W. Winicott, E. Gut, P. Fedida y Ph. Gutton, nosotros desarrollamos un punto de vista dinámico, según el cual el movimiento depresivo inherente a la vida mental, participa a la regulación de la vida psíquica y ello reactivado por la perdida o el abandono. Y favorita la redistribución de la economía afectiva y pulsional, verdadera « re-afectizacion ». El sujeto adolescente deprimido, necesita ser acompañado y no ser curado de primera intención. El hecho de que la depresión adolescente encuentre un camino lo más a menudo favorable ; nosotros examinamos ciertos destinos destructores, calificando la depresión de « improductiva », de « depresión de muerte » o de « depresión de desvinculación ». Dos figuras patológicas emblemáticas : la anorexia mental de la joven y la depresividad. Si embargo la depresión es un elemento importante del proceso de integración. Ellas ilustran tal como el desmantelamiento del pensamiento en las depresiones psicóticas – desesperadamente exprimidas en las producciones artísticas – el rol esencial que juega el cuerpo como constituyente y medio de la vida psíquica.
revue Adolescence, 2011, T. 29 n°4, pp. 737-745.
Revue semestrielle de psychanalyse, psychopathologie et sciences humaines, indexée AERES au listing PsycINFO publiée avec le concours du Centre National du Livre et de l’Université de Paris Diderot Paris 7